Michael Faraday, de pie y con un brazo alzado frente a una mesa llena de artilugios para realizar experimentos de electricidad, divulga ciencia ante un público muy nutrido. Grabado de mediados del siglo XIX:

El coste de hacer ciencia

La pila de Volta fue el origen de una revolución en la ciencia de la electricidad. De repente, existía una fuente fiable de energía eléctrica para todo tipo de experimentos que podía equipar laboratorios en toda Europa con un coste mínimo. Al mismo tiempo, la demanda surgida hizo que multitud de inventores se pusieran a trabajar sobre el dispositivo original para mejorar sus diversos fallos. Grandes mentes como Ampère y Ørsted (pronunciado oersted) habían empezado a deducir leyes a partir de los fenómenos eléctricos, permitiendo su cuantificación y su repetibilidad. El siglo XIX, al menos en sus rincones más urbanitas, comenzaba iluminado por gas y terminaría bañado en luz eléctrica. Pero la luz solo es el principio de lo que la electricidad puede hacer cuando se pone a trabajar para nosotros. Un genio salido del lugar más improbable sería el encargado de dar impulso a la revolución decimonónica más importante en cuestiones de ciencia.

Michael Faraday nació en una familia pobre. Solo fue gracias a su prodigioso intelecto y una inmensa dosis de suerte que logró ascender hasta la posición preeminente que tiene en los libros de historia. ¿Cuántas mentes brillantes se pierden todos los años en las mandíbulas trituradoras de la pobreza? No tenemos la respuesta a esa pregunta, aunque al menos la fortuna nos sonrió ofreciéndonos para el elenco de los grandes a Faraday. Y en el momento adecuado. El principio de su siglo fue una época en la que el conocimiento científico aún era lo suficientemente pequeño para que un autodidacto brillante pudiera lanzarse a descubrir, inventar, reformar y dejar una gran huella.

Hoy esto es prácticamente imposible: tan solo el artificio matemático necesario para comprender —no ya avanzar en el statu quo— cualquier rincón de una subespecialidad de la física moderna requiere seguir cursos formales hasta el nivel de posgrado. Y eso en cuanto a la teoría: si nos fijamos en el trabajo experimental, la diferencia en presupuesto entre los tiempos de la pila voltaica y hoy es abismal.

No sabemos cuánto se gastó Volta en crear su pila: solo tenemos constancia de que empleó alrededor de un año en un laboratorio improvisado en su casa, ya que había sido expulsado de su universidad por las circunstancias políticas del momento. Sin embargo, uno de los primeros experimentos registrados de Faraday —1812— consistió, precisamente, en reproducir la pila de Volta. Usó, en lugar de discos de cobre, siete monedas de medio penique. Para el zinc, recortó siete discos más, similares en tamaño, de una hoja de zinc. Seis trozos de cartón, algo de sal y unos cuantos alambres le permitieron concluir el montaje.

¿Cuánto le costó a Faraday, en dinero de hoy, montar su pila? Supongamos que el cartón lo encontró por ahí, los alambres y la chapa de zinc fueron un regalo de algún lampista con el que tenía amistad —Faraday era una persona muy humilde, así que no sería raro— y cogió la sal de la despensa de su apartamento. El problema entonces se reduce a este: ¿cuánto dinero son siete monedas de medio penique en 1812?

El medio penique era una subdivisión de la libra esterlina, pero no como los simples céntimos actuales. La libra de aquella época aún no era decimal. ¡No lo sería hasta 1971! Así que no se dividía, como ahora, en cien peniques. Una libra eran veinte chelines. Un chelín, a su vez, eran doce peniques, que a su vez podían subdividirse en medios (half pennies) y cuartos (farthings). Una tortura muy británica y muy absurda, redondeada por el hecho de que también circulaban «guineas», que valían ¡21 chelines! ¿Cuántas libras valían esas monedas?

7 medios peniques
    × 1/2 peniques/medio penique
    × 1/12 chelines/penique
    × 1/20 libras/chelín = 
7 ÷ 480 libras = 
0,01458 libras

Ahora tenemos que «actualizar esa renta», como diría un economista: aplicar las tasas de inflación anual desde 1812 hasta ahora, año a año. Esto parece difícil, pero afortunadamente hay muchas herramientas en línea que nos pueden ayudar a hacer el cálculo. Necesitamos, eso sí, que los datos sean consistentes con la economía donde ocurre la inflación, así que tendremos que buscar una herramienta que permita hacer la cuenta para Reino Unido, específicamente:

https://www.in2013dollars.com/UK-inflation

Resulta que no nos deja hacer la cuenta para números tan pequeños, pero ¿nos va a detener eso? ¡No! Multiplicamos por 1000, y nos acordaremos de dividir por 1000 el resultado. Que es 1,33 libras. O, en euros ahora, aproximadamente 1,59 €.

Apenas un euro y medio le debió costar a Faraday montar su pila, y hasta se podía haber ahorrado medio penique: usó una moneda de más para que su pila empezara y terminara con el mismo metal, sin ser eso necesario. Con su flamante artefacto descompuso el sulfato de magnesio (más conocido como sales de baño), repitiendo un experimento que había hecho unos años antes su jefe de entonces, Humphry Davy, que aún podía considerarse ciencia puntera. Hoy, la vanguardia científica requiere de experimentos como el Gran Colisionador de Hadrones. Solo su construcción (incluyendo actividades de innovación, así como pruebas) costó del orden de 3500 millones de euros. Solo por dos mil doscientos millones de veces más dinero que lo que costó a Faraday construir su la pila voltaica, se puede construir un artefacto subterráneo circular de veintisiete kilómetros de diámetro con el que realizar el viejo sueño alquímico de la transmutación del plomo en oro. Tras haber gastado cerca de otra vez esa cantidad en sensores, energía, mantenimiento y un ejército de físicos e ingenieros para operar el sistema.

Sin ironía alguna lo digo: esto es progreso. Pero parece evidente que cada vez quedan menos descubrimientos baratos por hacer, y que los que se hacen salen cada vez más caros en tiempo, en energía, en mano de obra y en dinero. Y a cualquiera —a cualquiera que no sea uno de esos economistas, claro— se le ocurre que hay límites físicos en cuanto a la magnitud de los proyectos que el ser humano puede emprender. Aun si tuviera sentido trabajar todos con un mismo objetivo, empleando todos los recursos a nuestro alcance (los que no tuviéramos que comernos o bebernos para subsistir), se ve claro que hay una cota superior para un experimento plausible. Se habla con frecuencia de la teoría de cuerdas como ciencia teórica cuyos potenciales experimentos están más allá de la capacidad de la especie para ser llevados a cabo sin postular expansiones civilizatorias por todo el sistema solar, al menos. Incluso la propia ciencia teórica puede tener límites computacionales en su verificación que no podamos superar.

¿Estamos cerca o lejos de esas barreras? ¿Se encuentra entre esos límites el Gran Filtro, la explicación para la paradoja de Fermi sobre por qué parecemos estar solos en el Universo? Tantas preguntas imposibles me evocan la famosa invectiva de N. David Mermin sobre las posibles interpretaciones metafóricas de la física cuántica, o su falta de ellas. ¿Queda todavía ciencia por hacer? ¡Callaos y calculad!

Bibliografía

Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire. «Facts and figures about the LHC | CERN». Accedido el 26 de mayo de 2025. https://home.cern/resources/faqs/facts-and-figures-about-lhc.

Conseil Européen pour la Recherche Nucléaire. «ALICE Detects the Conversion of Lead into Gold at the LHC». CERN, 19 de mayo de 2025. https://www.home.cern/news/news/physics/alice-detects-conversion-lead-gold-lhc.

Hanson, Robin. «The Great Filter — Are We Almost Past It?», 15 de septiembre de 1998. https://mason.gmu.edu/~rhanson/greatfilter.html.

Reacciones en el Fediverso

Comentarios

Una respuesta a «El coste de hacer ciencia»

  1. @blog Faraday es mi personaje favorito de la ciencia. Su historia es alucinante. No me canso de recomendar esta recreación de sus conferencias sobre la naturaleza de una vela:
    https://www.youtube.com/watch?v=RrHnLXMTOWM&list=PL0INsTTU1k2UCpOfRuMDR-wlvWkLan1_r